Carlos de El Faro presenta Fanfarria, su nuevo sencillo y último adelanto de Esperancero, un disco sobre amor, esperanza y sentimientos que no se concretaron.
E: Hablemos un poco de Fanfarria. ¿Por qué elegiste ese nombre como título de la canción y carta de presentación?
R: En realidad Fanfarria no es un EP, aunque hay confusión porque hay cinco temas. Esos cinco son los adelantos de un proyecto más grande: mi primer LP, que se llamará Esperancero.
Fanfarria es el último single antes de que salga el disco, que estará disponible muy pronto.
E: Me comentabas que el título del álbum tiene una historia curiosa.
R: Esperancero es el gentilicio de un pueblo de Tenerife —de donde soy yo— que se llama La Esperanza. La gente que vive ahí se llama "esperanceros". No nací ahí, pero es un lugar que siempre me ha gustado y que transité mucho. De hecho, la última casa donde viví en Tenerife antes de volver a Madrid estaba en La Esperanza.
Mientras escribía las canciones del disco, me pareció muy poético que “esperancero” fuera también “la persona que vive la esperanza”. Y justo eso es lo que trata de expresar el álbum.
E: ¿Cuándo planeas lanzar el material completo?
R: A finales de este año. El disco va a tener 11 canciones.
E: ¿Y todas giran en torno al concepto de la esperanza?
R: Sí. Siempre he escrito sobre introspección, sobre turbulencias internas. Pero nunca había hablado del amor porque sentía que no tenía nada que decir sobre eso.
Un día, hablando con una amiga, me di cuenta de que sí: que lo que yo había sentido era amor, pero no uno que se concreta, sino uno que se espera.
Para mí, el amor ha sido un acto de fe. Las canciones del disco hablan de eso: de sentimientos que existen aunque no nazcan de una relación concreta. Cosas que pudieron ser y no fueron. Ese es el corazón del álbum.
E: ¿Y cómo defines tú la esperanza?
R: Para mí, la esperanza es fe.
Es creer que, aunque lo tengas todo en contra, hay algo esperándote al otro lado. Es esa confianza ciega de que algo puede pasar.
E: ¿Qué cosas te provocan esperanza?
R: Siempre las personas.
Incluso aquellas que me han hecho daño, porque me dejan la sensación de que, aunque esta vez no fue, podría pasarme algo así con alguien más.
Eso es la esperanza para mí.
El proceso creativo y el peso de los años
E: ¿Cuál sientes que es la mayor diferencia entre el Carlos de 2011, cuando empezaste, y el de ahora?
R: Ha cambiado mucho, pero en esencia sigue igual. En 2011 tenía 16 años, no tenía idea de nada. Ahora tengo más herramientas, he estudiado, tengo más referencias.
Pero el proceso es el mismo: tener algo que decir, sentarme con el ordenador (antes era con la guitarra) y dejar que fluya.
No soy un músico virtuoso, me guío por intuición. Si algo me resuena, se queda. Y aunque tengo muchas notas en el móvil o en libretas, casi nunca las uso. Las letras me salen mientras estoy componiendo.
E: ¿Y esas notas surgen en momentos espontáneos?
R: Sí, 100% ocasionales.
Me pasa mucho conduciendo, por ejemplo. Me encanta hacerlo con la ventana bajada, escuchando música. Es un momento de desconexión, y ahí surgen ideas.
Una canción del disco tiene una nota de voz que grabé a las 2:20 a.m. mientras iba en moto. Me paré, saqué el móvil y grabé. Esa nota acabó dentro de la canción.
No tengo prisa por producir, así que dejo que las canciones maduren. La primera canción del disco la escribí en 2019.
Letras con peso y frases que duelen
E: En Jardín, metes una voz en off con una frase que me pareció muy poderosa:
“¿Puedo escuchar cómo se rompe lo que prometí cuidar, pero veo que sigue intacto? Entonces, ¿qué salió mal?”
R: Qué bonito que la recuerdes.
Jardín habla del autoengaño, del querer llegar al final con algo que no funciona. Esa frase es ese momento de quiebre donde todo se rompe, pero la otra persona no.
Es decir: "Me rompí solo. Entonces, ¿qué fue lo que falló?".
E: Otra frase que me marcó fue:
“¿Cómo enfrentamos la ilusión ahora que estamos cuerdos?” de Recuerdo aparente.
R: Esa canción trata sobre idealizar el pasado.
"¿Cómo enfrentamos la ilusión ahora que estamos cuerdos?" quiere decir: “Ya pasó la efervescencia, ahora que tengo perspectiva… ¿cómo recuerdo esto sin mentirme?”.
El disco gira en torno a cosas que no llegaron a ser. Algunas canciones están escritas desde el pasado, otras desde el presente, otras desde el futuro.
El Faro y el fuego que no se apaga
E: Todo esto me recuerda a una frase de Ted Lasso:
“La esperanza mata.”
El protagonista insiste en seguir creyendo, aunque todo lo demás le diga que no.
Siento que ese equilibrio está muy presente en tus canciones.
R: Sí, totalmente.
Me gusta esa frase. El disco insiste todo el rato en eso: que aunque todo esté en contra, vale la pena seguir esperando algo.
Dos preguntas finales
E: Si pudieras enseñarle una de estas cinco canciones a tu versión de 2011, ¿cuál crees que sería su favorita?
R: Me fui.
Porque esa sensación que describe me ha acompañado siempre.
Y probablemente mi yo adolescente pensaría: "¿En serio seguimos sintiéndonos así después de tantos años?"
E: ¿Y cuándo sentiste que la música era tu camino?
R: Desde siempre.
Crecí en un hogar muy musical, aunque no hubiera músicos. Tenía un radio cassette en mi cuarto y grababa cintas.
Siempre dije que quería ser cantante. Me apunté a clases de piano de niño y desde entonces no paré.
El interés siempre vino de mí.
E: Carlos, muchas gracias por la entrevista.
R: A ti. Me alegra mucho que te hayan llegado las canciones.
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